miércoles, 21 de marzo de 2012

LA NOCHE EN QUE MIS JUGUETES COBRARON VIDA


Una noche de Navidad, como otra cualquiera, estábamos en el salón, todos reunidos, preparados para brindar. Yo estaba muy aburrida. Salí a la calle y dije:
- Esta Navidad es de aburrida como las demás. Si pudiera tener compañeros con los que jugar, no sería así.
De repente, entró como una sombra tenebrosa hacía la habitación, (donde estaban mis juegutes claro está) y sonó un ¡¡¡¡¡¡Buuuuuuuuuuuuumm!!!!. Nadie se hacía a la idea de que había sido eso. Todo el mundo estaba callado. Yo entré temblorosa a mi habitación para ver de qué se trataba.
- ¿Hay alguien aquí? solo quiero ver que pasa.
- Tic, toc, tic, toc, tic, toc.
- ¿Qué ha sido eso?
Los juegutes comenzaron a moverse, lentamente, poco a poco, hasta llegar a rodearme. La puerta estaba cerrada, por lo que nadie podía oirme. Estaba muerta de miedo, aunque no me movía.
- No me hagáis nada, por favor. ¡Yo soy vuestra dueña! ¡Sois mis juguetes!
Entonces un oso de peluche empezó a hablar:
- No te asustes muchacha no te haremos nada. Aunque la verdad es que hace tiempo que te has olvidado de nosotros.
- Sí, es verdad, ya no juegas con nosotros - dijo otro juguete.
- Es que ya no tengo tiempo, y además, ya sois tan aburridos, que no juego con vosotros.
- ¡Pues vámonos a otros sitios donde los niños nos quieran! - anunció el jefe de los juguetes.
Los jueguetes, con desánimo, comenzaron a irse uno detrás de otro.
- Me da igual aún así me queda mi consola nueva.
Cuando fui a cogerla me dí cuenta, de que... ¡no estaba!
-¡No puede ser, era nueva! o ¡qué pena! Entonces los regalos que me hizo la abuela cuando era pequeña... tampoco estarán - dijo entre lágrimas.
No pudo más, echó una carrera y salió a buscarlos. Aunque se llevó una sorpresa. Los juguetes iban de camino hacia un país pobre, donde a los niños cualquier cosa les hacía muy feliz.
- No quiero perder mis juguetes no quiero - dijo llorando.
Pero en seguida se dio cuenta que era...

- ¡Arriba vamos, levántate dormilona!
- ¿Qué ha pasado?
- Anoche te quedaste dormida en el sofá.
- Uffff menos mal.
- Qué pasa, ¿has soñado algo?
- No mamá, cosas mías, cosas mías, tranquila.
Desde ese día jugué con todos mis juguetes, y no solo eso, sino que también doné los juguetes, con los que ya no jugaba, a los niños pobres. Ellos los iban a aprovechar mucho mejor que yo.


FIN



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